OS AGRADEZCO VUESTRA VISITA Y POSIBLES COMENTARIOS.

SED BIENVENIDOS.

viernes, 21 de mayo de 2010

Autorretrato

Me llamo Soledad y estoy soltera,

quiero decir

que voy sola al abogado, al médico

y consumo mi vida

de ventanilla en ventanilla,

en esa lenta droga llamada burocracia.

Tengo dos hijos

a los que educo para hombres,

en la medida que una mujer

puede hacer hombres.

Tengo ventiséis años

y, a veces, enfermo de ternura.

Estoy tan sola,

que alguna vez, me paro ante el espejo

y me sonrío.

Otras veces, para no enloquecer,

me coloco las pestañas postizas,

los lunares,

me encajo la sonrisa

y ensayo

el pequeño suicidio del diálogo.

Todas las madrugadas

recibo la visita de un extraño

-siempre el mismo-

al que caliento la cama hace ocho años.

Solo por esto me mantiene.

(De "Crónicas de una tristeza")

La trampa

Como una pobre rata va el hombre hacia su queso.

Están reunidos todos los amigos,

regocijados

al verlo tan hermoso y anhelante.

Le murmuran obscenidades al oído

y acarician su nuca.

Sonríe él agradecido y les ríe los chistes.

La fiesta vale el salario de un año

y, satisfecho, el novio les ve beber champán,

prepararle las sábanas y cantar parabienes.

Nadie le dice el precio del vestid de novia.

aunque todos lo saben,

ninguno va a decirle que la esposa

debajo de los tules,

esconde una boca inmensa que acabará engulléndolo.

No le dicen que sus sueños, su ambición,

su esperanza,

van a ser arrancadas

para adornar el adorado ombligo.

Y sus huesos, si se salvan,

serán paseado con cadenas.

Animada por músicas, velos y temblores,

entra la novia, ave perseguida.

Va dejando a su paso las espumas del velo,

las plumas de su cola de paloma alcanzada.

Camina al paraíso corregido,

hacia la fortaleza conquistada,

poniendo bridas

al miedo de encontrarse en el bosque de vello

donde el deseo amordazado del varón la espera.

Va la virgen a poseer un dios dulce y viril,

a la isla fortificada de sus brazos,

a la feria de los besos y el misterio,

a salvarse del miedo,

a la entrega.

Pero, ¿por qué nadie le dice ahora

que la crisálida sale hecha cenizas del abrazo,

que su dios es un hombre destrozado

y recompuesto,

que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.

Que mañana habrá de defenderse

del odio de su dios encadenado

y su propia impotencia.

Y que el tierno almidón de las sábanas

va a convertirse

en un violento e incandescente charco mineral?

Hermosos, jóvenes, los dos enamorados

son conducidos por el órgano, el incienso,

el pueblo entero, hasta la trampa.

(De "Crónicas de una tristeza")

LA PATRIA DEL TIEMPO

Hubo un tiempo donde todo fue bello.

Un tiempo sin violines

ni noches de satén bajo la luna,

¿quién los necesitaba? El tiempo aquel

tampoco tuvo tardes incendiadas

por el radiante sol del mes de mayo:

todo era lluvia y frío en la ancha ciudad,

cegada por el brillo de los astros celestes

de tu cuerpo y el mío,

y sólo la inocencia fue mi dote,

pero todas las noches fueron fiesta

y el nardo del amor las perfumaba.



A las seis,

con el cepo del sueño mordiéndonos los ojos,

había que dejar, a toda prisa,

la chambre de L`Avenir -¡qué porvenir tan corto!-

que el bueno de Fernando nos permitía usar,

arriesgando su empleo de portero de noche.

Antes de irnos -que se lo premie Dios-,

nos servía dos cafés muy cargados

con mermelada amarga de naranja

y mucha mantequilla contra el frío.



A partir de ese instante,

París con sus tesoros era nuestro.

¡Que raro privilegio, siendo los dos tan pobres,

poseer la belleza de aquel reino nocturno!

Lloraban las farolas su muerte cotidiana

y se desmelenaban los bucles amarillos,

antes de suicidarse en las aguas del Sena

cuando la luz enferma saliera para todos.

De improviso, delante de la gente

que andaba presurosa hacia el trabajo,

la lluvia sin pudor me desnudaba

y lamía mis pechos de novicia.



¡ Ah, tiempo de la revelación de la existencia,

donde estaba aún presente la esperanza!

Cuando era un gozo el ver amanecer,

la salvaje caricia de la lluvia,

dormir en cama ajena,

encontrar los trabajos más absurdos.

Y París una hermosa burbuja tuya y mía,

el verdadero hogar:

la libertad.

Ya no tengo otra patria que aquel tiempo,

ni más deseo que la sed de volver

al agua milagrosa que contenía la vida.

Sólo un momento, ya gastado, pido

para volver al mundo que cabía

en la corta distancia

que había entre tus ojos y los míos,

donde todo era justo, hermoso, deseable.



Quién pudiera soñar toda una noche,

antes, ay, de que el último buitre me devore,

que regreso a la patria adolescente,

a ser la que fui un día, alegre y pobre,

en aquel paraíso improvisado.

Bastaría un instante, ¡la dicha fue tan breve!

(De "Cuaderno del delirio")