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SED BIENVENIDOS.

martes, 29 de junio de 2010

Amor es la palabra (II)

Te recuerdo como eras en aquel otoño.

Vegetal desgajado por el rayo,

humedecida tu corteza morena.

Yo aprendía, a la vez, la geografía del varón

y a lavar tus camisas.

La espuma se quedaba detenida en mis manos,

mientras mis ojos estrenaban atónitos tu imagen

borrando toda huella ajena a ti.

Y recuerdo el deseo, escupiéndonos

como un volcán su lava.

La fiebre de tus manos, tomando posesión

de aquella torpe isla sorprendida

-de la feria me queda el cuerpo calcinado-

Y recuerdo el bocado de tus ojos,

antes de agonizar en cada asalto.

Y me recuerdo, recién nacida entre tus brazos,

con un sabor a algas maceradas en llanto

-sabor a virgen rota decía yo riendo-.

La tarde olía a sangre y almidón

y yo iba en el metro, por primera vez sola,

desgajada de ti.

Aquel día me vestí una tristeza nueva.

Y recuerdo los árboles, llorando sobre mí

el confeti amarillo de sus ojos.

Y al hombre cojo del acordeón

cantando a los cadáveres del campo de batalla.

Y te recuerdo a ti, y aún me estremezco,

saliendo de la guerra -la dulce guerra nuestra-

moreno y despeinado como el trigo.

Así te guardo, amor,

mío ya para siempre, aunque no quieras.


(Del libro "Crónicas de una tristeza")

viernes, 18 de junio de 2010

ÁNGELES DESCUIDADOS

Pobres, pálidos ángeles de los cementerios,

que veláis incansables bajo el frío

los sueños terroríficos de los niños muertos,

que debistéis guardar cuando eran vivos.

Dulcisimos espíritus de mármol

de mirada cegada y alas rotas,

mutilados, mellada la sonrisa

por la lluvia y el viento, en los labios mordidos,

caídos como pétalos. Sólo memoria sois

de traicionados rezos infantiles,

cuando cándidamente os invocaban.

¡Ah, la pura materia de los niños!,

en la que atesoramos lo mejor de nosotros,

y donde Él nos asesta la más cruel herida:

la de verlos crecer bajo la hierba.

Inalcanzable imagen del tierno adolescente

que, abrasado de sueños y alentado

por hálito divino, osó volar muy alto,

ahora sólo escombro derribado.

A vuestros pies están, ya putrefactos

como la propia lepra que os destruye,

los que sus madres os encomendaron

al nacer. ¡Ay, ángeles descuidados!
 
 
(De "Terrenal y marina").

miércoles, 9 de junio de 2010

DROGA DURA

Nunca estuve enganchada a la droga del odio.

Cuando pisoteaba las flores de mi huerto

y rompía la mesa que le esperaba puesta,

no recurría yo, por liberarme

de la atroz impotencia, a la droga del odio.

Solamente lloraba.

No le odié por abrasar con ácido

la seda de mis muslos y dejarlos marchitos.

Ni siquiera cuando tenía hambre

y él me daba los frutos de su vino,

amargos y morados,

corría yo a inyectarme el odio en vena.

Odio las drogas duras.

Por raro que parezca, no le odiaba

por cercenar mi risa de muchacha

y grabar a cuchillo el miedo entre mis ojos.

Y cuando al póker se jugó mi suerte,

a cambio del cangrejo dorado que una mujer

llevaba en el ombligo, no era odio

lo que me goteaba amargo por los labios:

era mi corazón hecho pedazos.

Le maté por azar, en un impulso

ciego y desnudo de cólera,

una necesidad de liberarme

y respirar al fin, que me nació de súbito

mientras él me asfixiaba con sus manos.

Pero nunca le odie, sólo le amaba.

(Del libro "Terrenal y marina")

miércoles, 2 de junio de 2010

La araña

No me vengas, muchacho, a estas alturas

del espanto ciempiés, a remendarme

los grises agujeros con amores

platónicos, y cantar con palabras de azúcar

mis ojos de basalto, la pulpa de mis labios

ni el lujo de m piel -de orquídea paralítica-,

que no estoy para cantos celestiales.

Sé que soy como soy: fruto de otoño

y de esta cruel tierra de alacranes,

amarga cual la almendra de corazón helado.



Chiquillo, no seas necio:

mis ojos, que ya han visto tantas cosas,

sólo son bolas de barro que ruedan

delante de los pies por el asfalto,

negras de hollín y grasa de los coches;

mis labios ya no son de pulpa fresca,

sino secos y ácidos, y en mi piel,

fuego y satén en noches pródigas en victorias,

la escarcha de la muerte va extendiendo

su sombra codiciosa. Se prudente

antes de echar tus redes en mi noche,

pavorosa alimaña de afilados colmillos,

que podría seguirte la corriente

y liarme contigo la manta a la cabeza.



No pretendas descubrirme Venecia,

criatura. Yo he danzado desnuda

en la Plaza de San Marcos, borracha

de amor y de champán con Casanova.

De vigilia en París y estricto ayuno,

me doctoré en la ciencia de la vida

discutiendo en los cafés

con todos los malditos que tú adoras.

Y al grito de libertad me hice mujer, a golpes

siguiendo la costumbre de mi casta,

pero sobreviví a la "paz de Franco".

Fui promesa, escritora, bohemia,

periodista, vanguardia y revolucionaria.

Fíjate si soy vieja.



Por eso, ahora que todavía estás a tiempo;

vete sin volver la cabeza. Huye,

no me tientes con tu juego a deshora,

que te advierto que soy de fruto amargo

y corazón helado por un fatal granizo.

No te fíes del engañoso brillo

de la cáscara, ni del relámpago

de húmedo hollín en mis ojos de barro.

Sálvate de mis trucos de mujer sola y triste,

no caigas en la trampa sutil que el miedo borda,

trémula y refulgente pedrería,

como teje la araña su tela prodigiosa

para atrapar la mosca y devorarla.

(Del libro "El don desapacible")