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sábado, 19 de febrero de 2011

ESTADO DE GRACIA

Últimamente -casi da pudor confesarlo-,
me suceden cosas extraordinarias,
como si no tuviera ya epidermis y la luz,
que alberga el cuerpo humano detrás de su envoltorio,
se me trasparentara cual candil tembloroso
o anduviera con el corazón entre las manos.
Un mirlo me visita cada día,
porque le recompuse un ala herida
con mercromina y un esparadrapo.
Se que es raro y difícil de creer, pero os juro
que he visto un gran yate de lujo, atracado
-con sus luces de feria- en mi jardín,
que pese a su modestia contiene el paraíso,
amén del mar cual lámina de fondo.
Magia pura, creedme, que mantengo
en el telar sin nubes de mis ojos.
Y eso apenas es nada:
el encargado negro de la cafetería
de una gran superficie, a la que no voy nunca,
a sabiendas de que no tengo un euro,
-le digo con franqueza que olvidé la cartera-
me sirve el desayuno de una reina,
y sus ojos, dos joyas de basalto, me besan.
Un niño -también desconocido y espontáneo-
con las manos de seda y los rizos de lana,
se empecina en que pruebe su helado
hasta por las orejas, si me aparto.
Una vecina inglesa, sólo por defenderme,
ha hablado por vez primera en español;
casi lloro -no de pena, mi inglés es aún peor-
por su esfuerzo que suena a violín cercano.
Como si hubiera entrado en estado de gracia
los jóvenes me aplauden y me miman,
aunque estoy torpe y vieja como una tortuga.
Pero cada semana, últimamente,
se me ofrece un prodigio,
quizá porque aún conservo la inocencia
que un día me condujo al matadero.

(Verano de 2010)

domingo, 13 de febrero de 2011

SOSPECHA

Siento que me abandona, que me huye,
cada día la encuentro más distante, más fría,
Ya nunca me sonríe ni me dice que me ama;
se oculta en el periódico y me ignora.
Y cuando le pregunto ¿qué te pasa?,
responde distraida que no es nada,
pero ya no me asalta en los rincones
ni me enciende la piel con sus caricias.
Las noches son de escarcha sin su abrazo
-dormimos hace tiempo en camas separadas-.
Y recelosa me ha dado por pensar
si será que la vida se me escapa.

sábado, 5 de febrero de 2011

PERSEIDAS

Palabras como lluvia de perseidas
que salen de tus labios de malva tiritando,
como velas de un barco en la tormenta.
Palabras que no cantan sus preces a la luna
ni lloran por el sol perdido en el invierno,
tampoco acusan a los asesinos
que les están matando desde lejos.
Palabras inocentes, en idioma extranjero,
que apenas dicen nada que nosotros
-los que comemos tres veces al día-
desorejados podamos comprender.
Pero que son tan dulces y tan tristes
como lo son tus ojos inundados de llanto
donde las moscas acuden a beber.