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miércoles, 23 de mayo de 2012

PRISA


Nunca llegó a averiguar quién era.

No tuvo tiempo de estudiar la ruta

de los mares profundos en su cartografía

ni el mecanismo

que la piel ocultaba a sus ojos inquietos.



Ella fue sólo un número

-vestido de ternura-

que añadir a la suma,

un estreno festivo de sedas y amapolas.

Después, el ritual -ya conocido-

de su pubis de arándanos,

que se fueron agriando en la costumbre.



Sin conocerla,

la fue desconociendo poco a poco,

hasta desvanecerse,

confundida en el blanco de la almohada.

Ignoró el instante que sucede a la brisa,

cuando la mar se abre como un cráter

y muestra sus tesoros.

Se fue sin escuchar el canto puro

que brota -y justifica de algún modo la vida-

con la última sangre del roto corazón.


Era demasiada mujer para su prisa.

miércoles, 2 de mayo de 2012

PRIMERO DE MAYO



A veces nos sucede que la lluvia,

en vez de perlas blandas e inocentes de agua,

fuera lanzas de acero invertidas,

como en la paz de Breda,

que matan aún de pie, apuntando al cielo.



El diluvio se adensa,

el cauce y los desagües se desbordan

y la riada saca a flote todas las tristezas

que creímos ordenadas, camino del olvido,

en el sótano de casa.



La pena nos zarandea y lleva, nos arrastra,

como un ramo de lirios en el río,

con los tiernos juguetes

de la infancia lejana de los hijos,

los libros de poemas, tan pálidos y tristes;

octavillas llorando tinta negra,

las fotos sonriendo a la esperanza

aquel Primer de Mayo, jugándonos la vida

a saltos por las calles.

Los dioses ilegibles que fuimos yacen muertos,

varados en el lodo,

los íntimos enseres de mortaja.



Elvira Daudet, 1 de mayo de 2012